Cómo resisten las inclemencias algunos municipios

En la noche del 13 de noviembre de 1985, Luz Estrella Arías estaba en casa con su hija pequeña en Río Claro, una aldea de Caldas, en el corazón de la región cafetera de Colombia. Cuando oyó el rugido, al principio pensó que era un camión volcado. Luego escuchó los gritos. «Mi primer instinto fue quedarme en la casa», dice. «Mi marido tenía un gallo de premio que no podíamos permitirnos perder. Pero entonces el agua empezó a entrar, así que agarré a mi hija y salí. El agua me hizo perder los estribos, pero me las arreglé para agarrar un cafeto y aguantar». Se balancea desde uno de los pilares de su porche, recreando el gesto.

Arías tuvo suerte; su casa estaba más arriba en las laderas del Río Claro. Más de 250 de sus vecinos en el valle de abajo no tuvieron tanta suerte – fueron arrastrados a la muerte por el agua y las rocas escupidas por la erupción del Nevado del Ruiz, un volcán a 15 km (nueve millas) al este. Tomó meses limpiar los escombros y recuperar los cuerpos.